domingo, 9 de enero de 2011

Dostoievski y Woody Allen ("Crimen y castigo" / "Match point").


Un clásico es un clásico porque siempre está de actualidad. Sin duda este magnífico libro del XIX sigue siendo actual.

¿Qué ocurriría si una buena persona comete un acto despreciable? Pues lo mismo que le ocurre a Raskolnikov, protagonista del libro. Novela extrapolable a cualquier época, en la que Dostoievski mantiene en sus páginas que el remordimiento es uno de los peores castigos que puede recibir un criminal.

Hasta tal punto resulta de actualidad, que si consultamos "Crimen y castigo" en Wikipedia, en el apartado *Películas basadas en "Crimen y castigo"*, aparece el mismísimo Woody Allen, a través de su película "Match Point". Y !es cierto! ...

Al principio de la película una voz en off lee la siguiente cita:

“Aquel que dijo más vale tener suerte que talento, conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuantas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde de la red, y durante una fracción de segundo, puede seguir hacia delante, o caer hacia atrás.
Con un poco de suerte, sigue hacia adelante y ganas.
O no lo hace, y pierdes.”


Pero lo que más me gusta de esta película, es que saca a Dostoieski de sus estrechos y sucios callejones de la Rusia del siglo XIX, lo pasea por las galerías de arte de Londres, por la ópera, por los locales de moda donde cenar, las tiendas más exclusivas, y por las inmensas mansiones victorianas en el campo.

W. Allen inserta el alma de las criaturas de Dostoieski en la alta sociedad inglesa, y pronto descubrimos que su Roskolnikov es un guiño de sí mismo, que tumbado sobre su cama relee la novela de Crimen y Castigo.

Un hombre joven con algo de talento, que, por casualidad, entra a formar parte de la alta burguesía, y según afirma “llega a acostumbrarse a un cierto novel de vida”. Atormentado por las dudas, delirios grandilocuentes, entre lo que cree merecer y lo que tiene, elimina aquel factor que produce su malestar, del mismo modo que Roskolnikov clava el hacha en la cabeza de su usurera casera.

Pero un nuevo enloquecedor debate interno se abre entre lo que tiene, y lo que cree merecer, (el castigo) y casi anhela que su crimen se descubra, para confiar en que en este mundo hay justicia. Se deshace de algunas pruebas que podrían inculparlo arrojándolas a un río, y una de ellas, un anillo, rebota contra la barandilla de acero, y por un momento, podría caer al agua, y perderse para siempre, o dar a parar a la orilla.

Si bien en la novela de Fiodor al final su protagonista recibe su castigo, que abraza como una oportunidad de redención, en Match Point nuestro sujeto de hoy en día contempla desconcertado como su crimen se carga a un vagabundo que casualmente encuentra la alianza, “un pobre diablo ”y él prosigue indemne con su privilegiada vida.

Dostoieski se pondría de pie en la sala, y aplaudiría entusiasmado esta adaptación, que sin pretensiones de serlo, alude a la naturaleza universal y atemporal de los conflictos internos del alma humana.

2 comentarios:

Juan Francisco Jara dijo...

Me llamó mucho la atención esa voz en off del principio de la película. Mi maestro de los tres primeros cursos de la E.G.B. en uno de ellos, ya no me acuerdo cual, nos habló de la suerte que teníamos de haber nacido en España y no en Biafra. Lo hizo para redimirnos del malestar que cogimos por una foto del libro de sociales. Así que desde entonces tengo el tema de la suerte presente.
Pienso que es verdad que hay una gran parte de suerte en todo lo que nos acontece pero tenemos una reticencia enorme para admitirlo. ¿Porqué?

Hay un cuento de Mark Twain en el que un completo idiota llamdo Scoresby consigue un enorme reconocimiento militar a base de cometer errores fatídicos. Se titula "Suerte". El personaje cada vez que comete un error, este termina convertido en un gran éxito por los lances de la guerra. Cuanto será así en nuestra vida cotidiana.
Lo que no podemos controlar nos produce miedo. La suerte no es controlable. Aunque todos creemos en nuestras propias falacias de jugador y tenemos trucos para conjurar los dados. Cuando tiramos sale lo que el universo provee en ese instante.
Es verdad que nos asusta enormemente reconocer que la suerte tiene una importancia determinante en la vida pero la realidad es así.
Hoy en día asistimos con desesperación a todo tipo de catástrofes financieras, climáticas o sociales. Estupefactos tenemos que admitir que nuestra más poderosa arma para conjurar la suerte, para predecir y controlar, la ciencia, no nos libra de los avatares de la maldita suerte. Aunque un elenco de expertos nos asegura todo tipo de predicciones, en cuanto hay algunas variables de más quedamos abandonados como nuestros ancestros a las predicciones astrológicas o chamánicas.
¿Que le importa al universo si el criminal queda con castigo o sin él. Si el vencedor de la guerra es tal o cual?. Nada.
Esto es lo difícil de admitir por el hombre. Y nos pone en nuestro sitio.
Pero no creo que sólo el miedo a la incertidumbre explique que nos resistamos a reconocer la gran parte de nuestra vida que depende de la suerte.

“En este mundo lo mejor que le puede ocurrir a un hombre es nacer con suerte.” Escribe Mark Twain casi al final de su cuento.

¿Todo lo que nos enorgullecemos de haber conseguido con nuestro esfuerzo se lo tendríamos que reconocer a la suerte en la mayor parte?
Es posible. Quizá nos falte humildad para admitir que pueda ser así. Quizá esta sea la causa, nuestro orgullo humano.

mrosas dijo...

SUERTE = CAOS